OSVALDO PEPE – Un mensaje innecesariamente cruel

DIARIO CLARÍN – OSVALDO PEPE
Un mensaje innecesariamente cruel

February 12, 2015 // Imperdibles

Artículo extraído del diario Clarín – Osvaldo Pepe

osvaldopepeLa Presidenta quiso ser elíptica, adjudicarse las bondades del amor al prójimo, la alegría de la vida y las reverencias a la Patria, pero terminó siendo innecesariamente cruel y mortificante. Fue uno de sus discursos más controvertidos y podría ser recordado como el más letal para la convivencia entre los argentinos y la armonía de la institucionalidad democrática. Pocas veces se la vio tan soberbia y desentendida del pulso de sus compatriotas de a pie. A una semana exacta de la “Marcha del Silencio” convocada por los fiscales por la muerte de su colega Nisman, y tras una extensa cadena nacional, la reprobó sin nombrarla. En un mensaje a la militancia usó palabras que fueron un mensaje en clave, encriptado detrás de su investidura presidencial, pero inequívocamente dedicado a quienes adhieren a la movilización en reclamo del esclarecimiento de una muerte que estremeció a la República y a sus ciudadanos.

Ese mensaje final, después de haber recitado el catecismo del “buen gobierno”, al que suele echar mano para sus recurrentes autoabalanzas, no fue para esos jóvenes que saltaban en un clima de romería y con actitud de jarana en una sociedad desconcertada y en duelo cívico. Con pasitos de baile apenas disimulados, como si fuese la directora de orquesta de un ciclo festivo de la TV Pública, convirtió a esos jóvenes en socios de una comunión frívola, a la vez cargada de una intencionalidad política inadecuada para las horas que vive el país: “Nosotros nos quedamos con el canto, con la alegría, a ellos les dejamos el silencio, porque no tienen nada que decir o porque no pueden decir lo que piensan”.

La Presidenta se desnuda cuando habla. Un micrófono la vuelve una persona sin capacidad de autocontrol, que termina desparramando palabras que se vuelven en su contra: “Jamás odiemos -aleccionó a su claque adolescente-, el odio enferma las cabezas, las almas y los corazones. Quieren que nos enojemos y no nos vamos a enojar.” No haber dicho una sola palabra de la muerte del fiscal fue la certeza de que está enojada y que sufre una desorientación como ni siquiera le habían causado las derrotas electorales de 2009 y 2013. No dijo nada de Nisman desde lo humano y calló también desde lo político: es una presidenta acusada por un fiscal de la Nación, pocos días antes de la muerte del denunciante, de encubrir a los iraníes sospechados de ser los autores ideológicos de la voladura de la AMIA, el atentado terrorista más grave sufrido en el país. Cualquier jefe de Estado responsable se hubiese preocupado por el pronto esclarecimiento de la muerte y por estimular la investigación para dejar a salvo su buen nombre y honor. Pero hizo y hace todo lo contrario. Ella sabrá por qué.